viernes, 7 de abril de 2017



Objetivos

En la dominación femenina la castidad o abstinencia del varón no constituye un objetivo en sí mismo, sino un medio para otro fin: mantener la excitación del hombre para que esté más centrado en la mujer y más ansioso por servirla.

Hay que tener en cuenta que la ausencia de eyaculación no tiene necesariamente que producir este efecto de excitación. De hecho son muchos los varones y hembras que pueden pasar sin ella durante largos periodos y no por ello están siempre excitados .

El fin ultimo de la Castidad dentro de la D/s es conseguir un estado de “excitación permanente” y para que se produzca este, dos son las diferencias fundamentales que la identifican sobre cualquier otra forma de castidad cotidiana.

En primer lugar su componente psicológico de denegación, es decir que se produce no por voluntad del sumiso sino por voluntad de su Ama.

Y en segundo lugar porque esta excitación viene acompañada con la provocación y mantenimiento de dicho estado por nuestra parte a través del juego erótico cotidiano que realizamos mientras nuestro sumiso permanece en dicha situación.

Por lo tanto, es la combinación de estos dos componentes la que diferencia y justifica la castidad en la D/s.

Es de sobra conocido que el hombre sufre un bajón en su dedicación y en su devoción después de haber eyaculado -tanto en una relación de pareja corriente como en la de dominación-. Si muestro sumiso eyacula frecuentemente se convertirá en un servidor descuidado y poco atento; o dicho de otra manera, para poder obtener de él un servicio de la calidad que nos merecemos, tendremos que doblar nuestros esfuerzos.

Sin embargo, si a nuestro sumiso se le mantiene excitado por el método de la castidad, estará siempre mucho más deseoso por servirnos y adorarnos como nos merecemos, porque su dependencia de nosotras se incrementa notablemente.

Como en todo, no podemos pensar que la cosa es blanco o negro, es cuestión de grados, pero parece estar más allá de cualquier discusión que el grado de adoración del sumiso por su Ama se ve notable y cotidianamente intensificado a causa del binomio abstinencia/excitación. Puede decirse que la castidad, así entendida, constituye una herramienta básica a la hora de conseguir tanto el más perfecto servicio posible por parte del sumiso, como la mutua satisfacción de las dos partes que forman la relación de dominación femenina.

Una herramienta al servicio de la mujer.

El acierto y la elección de esta práctica en la relación de dominación viene avalada además por una característica mayoritaria en la mayoria de nosotras: la facilidad del orgasmo clitoridiano frente a la menor frecuencia del vaginal.

El hecho de que la mayoría de nosotras alcancemos con más, o exclusivamente, el orgasmo mediante la excitación del clítoris, lleva irremediablemente hacia la practica de la castidad de nuestro sumiso, ya que en el plano sexual mejora notablemente nuestro nivel de satisfacción así como el de su atención personal.

Nuestro sumiso tiene manos, labios y lengua para complacernos a nuestro gusto y con la frecuencia que deseamos, por lo que su pene pierde la importancia y el protagonismo del que disfrutaba en la relación anterior, pasando a un segundo plano y con mucha frecuencia a un plano casi simbólico para la sexualidad femenina. Y puesto que la dominación femenina implica que la sexualidad de la pareja tiene como objetivo fundamental nuestro placer, La castidad del varón es la consecuencia lógica de este proceso porque donde mayoritariamente encontramos las mujeres el placer es en el masaje clitoridiano.

La prueba de que esto es así, la encontramos en que esta situación está muy extendida entre las parejas que practicamos la dominación femenina. Somos muchas las mujeres que adiestramos a nuestros sumisos para que perfeccionen su capacidad de complacernos oralmente.

Una buena practica en el sexo oral requiere de tiempo, es necesario que nuestro sumiso se adapte y reconozca cada uno de nuestros estados de excitación para que sus movimientos nos sean placenteros y ajustados a cada momento, por lo que nuestra labor de enseñanza en los primeros meses debe de ser concienzuda y continuada.

Disponer de un sumiso bien entrenado, es una meta a alcanzar por cualquier mujer Dominante. La mayoría de nuestros encuentros sexuales tienen en el sexo oral una de nuestras principales fuentes de placer y como quiera que a medida que se adquiere práctica las sensaciones son mayores, se podría decir que el sexo oral “engancha”.

Un sumiso bien adiestrado en las artes del sexo oral es capaz de saciar completamente nuestros deseos amatorios, con lo que se podría decir que quedamos fuera de combate.... Totalmente relajadas.

¿Actuarías entonces contra tus fuerzas por el mero hecho de complacerle a él?.

Por duro que parezca para ellos, la respuesta es No. Rotundamente No. Al menos en esos primeros momentos posteriores al agotamiento, después seguramente harás lo que te plazca.

Por lo tanto también la consecuencia lógica de que después de una agotadora sesión de sexo oral, decidamos que nuestro sumiso quede en la abstinencia, es totalmente justificable.

Beneficios evidentes.

La practica y el tiempo se encargan de poner las cosas en su sitio. Los beneficios tanto para nosotras como para ellos no se hacen esperar:

Desde un plano psicológico, nuestra posición de Dominación se incrementa notablemente cada vez que hacemos uso de nuestro poder de decidir sobre su orgasmo.

Si tenemos en cuenta el entorno escénico en el cual se produce la denegación del orgasmo de nuestro sometido, generalmente corresponde a momentos de máxima excitación por ambas partes. Y esto tambien nos lleva a una conclusión muy clara.

"Nos prepara para llegar a sentir placer de nuestro dominio".

Superada la fase inicial y una vez alcanzado el estadio de Dominación suficiente ya no nos causa ningún tipo de problema de carácter sentimental o psicológico su denegación. Si bien es verdad que alcanzar este punto requiere tiempo, ya que nuestra decisión tiene que estar libre de cualquier tipo de prejuicio y de duda interna sobre la conveniencia o no de nuestra decisión.

Siguiendo la misma línea también observaremos, que cuando decidimos denegar el orgasmo experimentamos un aumento en nuestra excitación, ya que en esos momentos de excitación sexual tal decisión nos identifica si cabe aun más en nuestro papel de Dominantes, de tal forma que con mucha frecuencia la denegación del orgasmo de nuestra pareja viene acompañada de nuestro propio orgasmo. Con lo que alimentamos la espiral Dominio-Placer.

"Generar esta espiral es fundamental para nosotras".

Dado que esta situación se repite cada vez más durante nuestras relaciones sexuales, llegamos a sentir verdadero placer no por el hecho de denegarlo, si no por el hecho de sentir y saborear con total normalidad nuestra posición de Poder.

Llegar a sentir placer de nuestra posición de poder, es una meta irrenunciable para cualquier Dominante.

"Sin el sentimiento de poder no puede desarrollarse la dominación".

Mientras no sintamos en nuestro interior esa posición no seremos capaces de trasmitir ese sentimiento y eso es fundamental para el desarrollo de la relación.

¿Qué pasa con el coito tradicional?.

La practica del coito tradicional (el varón como parte activa) es abandonada por prácticamente la totalidad de mujeres Dominantes. La razón fundamental, como decíamos, estriba en que la penetración no constituye el único componente importante de nuestro disfrute sexual.

Por eso, la penetración pasa a un segundo plano entre nuestras preferencias, con lo que estamos actuando directamente sobre la usual fijación de los hombres con su pene y su eyaculación.... poco a poco esta actitud dará sus frutos y de esta manera conseguimos colocar en un lugar secundario un aspecto al que los hombres conceden tanta importancia.

"Doblegar el subconsciente del varón hacia el abandono del papel de dominio que su pene representa, no es fácil, especialmente en aquellos varones donde la sumisión no formaba parte de su forma de ser sexual".

Durante los comienzos en la D/s se hace aun más necesario si cabe demostraciones de poder continuadas aunque graduales como la que nos ocupa hasta que nuestro sumiso sea capaz de saborear su condición.

Las nuevas practicantes de la Dominación deben entender que este proceso es uno de los más costosos por los que pasará su sumiso hasta que consiga su estabilidad y su identidad, por lo que se tiene que estar muy atenta a cualquier cambio en su estado anímico y emocional. Sobre la depresión del sumiso se ha hablado en muchos artículos y es un hecho probado que en algunas ocasiones ha llegado a ocasionar graves problemas personales, sobre todo en aquellas parejas donde la Dominación femenina se ha adoptado por motivos de dudosa conveniencia y en la que se intenta suplir por parte de la mujer una falta de entendimiento y amor por un dominio irresponsable y carente de preparación.

Ahora bien, tambien somos muchas las que sí tenemos orgasmos vaginales, y que no queremos renunciar a la penetración, o algunas que aún no teniéndolos disfrutan también de ella. En este caso, resulta obvio que si la sexualidad está destinada al placer de la mujer, deben buscarse maneras de mantener la excitación del varón sin renunciar al placer que indudablemente nos provoca la penetración. Generalmente este tipo de penetración dominante, suele diferenciarse de la clásica en que el sumiso penetra a su Ama a petición de ella y de la forma y manera en que ella desea.

"El control por nuestra parte de la penetración incrementa nuestro placer".

Ya que no tendremos que sufrir más la inexperiencia de nuestro compañero ni las posturas inadecuadas ni los cambios de ritmo a destiempo ni tantas y tantas cosas que hacen que generalmente la penetración termine con el orgasmo del hombre pero no con el nuestro.

Por lo tanto la castidad no es fruto del capricho del Ama, tampoco es un castigo como algunos no iniciados quieren verlo. La castidad es tan necesaria para poder avanzar en una relación D/s, como lo es el combustible para un vehículo, sin excitación no hay juego erótico, y esta forma de vida requiere de las dos cosas para su funcionamiento.

Descubre el sabor agridulce de la sumisión.

Una vez que dispongas del control absoluto de la penetración, habras avanzado hacia un nuevo estadio donde el sumiso siempre permanece al servicio de tu placer, su miembro no es más que un instrumento a tu sevicio y así debe de entenderlo el sumiso, ningún movimiento debe de escapar a tu voluntad. Generalmente conseguirás tu placer mediante la combinación de la masturbación y el control de los movimientos del pene de tu sumiso con arreglo a tu estado de excitación.

En este aspecto, es de reseñar, la coincidencia entre muchas de nosotras a las que no nos gusta prescindir de la penetración, el hecho de que disfrutamos con el contacto de nuestra vagina con el pene, pero no solemos disfrutar del bombeo descontrolado del varón. Es por eso que durante la nueva etapa, Las penetraciones se suelen limitar a un mero acto de disfrute del pene masculino como lo podría ser de un vibrador.

Llegados a este punto tenemos muy clara la diferencia entre Penetración y eyaculación; los dos actos no van unidos en absoluto lo único que tienen en común es que los dos son decisión nuestra, podemos disfrutar enteramente de la penetración durante todo el tiempo que nos plazca. Si el sumiso, durante la penetración notase en algún momento que llega al punto de excitación o de no retorno, deberá solicitarnos permiso para parar con el fin de no eyacular sin nuestro permiso.

Esta forma de Dominación femenina con penetración es una de las más cuestionadas por los sumisos no iniciados, ya que es con mucho por su pureza y dureza una de las pruebas en las que se requiere mayor control mental y físico, pero si se llega a dominar la situación, también es uno de los actos de dominación donde más se fortalece nuestra posición y la sumisión del hombre.

"Con el tiempo nuestro sumiso aprenderá que el acto sexual ya no lo controla él, que está bajo nuestro dominio y control, su única misión es proporcionarnos el máximo placer.... de todo esto, él debe aprender a sacar su propio placer... dale tiempo".

Por mi experiencia personal puedo decir que es una de las practicas que más afectuosamente recomiendo, porque además de todos los beneficios que he enumerado para nosotras, es una de las formas donde nuestro sumiso más disfruta de su condición, tengamos en cuenta que en esos momentos su pene esta recibiendo de forma directa nuestros estímulos vaginales y su instinto animal tiende a bombear para su satisfacción, Situación que tendrá que aprender a reprimir. (de nuevo el binomio "represión / placer = más sumisión")

El choque mental entre la represión de sus instintos mientras siente el placer de la penetración, provocará en él irremediablemente un fuerte conflicto interno con el consiguiente avance hacia su verdadera sumisión.

"Lo que en un principio era represión, lo convertirá en placer por servirte, y quedará enteramente bajo tu voluntad"

Inicialmente no puedo decir que nuestro sumiso lo pasará bien, mas bien al contrario, los conflictos son fuertes y las depresiones pueden aparecer en cualquier momento, pero pasados unos meses, aprenderá a disfrutar enormemente de este estadio de excitación/represión que caracteriza a los sumisos y que dispara su sumisión hasta alcanzar su verdadera identidad.

Debemos contemplar este proceso educativo como un mal necesario para que nuestro sumiso alcance su mayoría de edad, es decir para que nuestro sumiso encuentre su verdadero placer en este tipo de relación y la personalidad que necesitaba encontrar.

"Conseguir que nuestro sumiso disfrute junto a nosotras de nuestro placer y hacerle sentir las convulsiones de nuestra vagina durante nuestro orgasmo es una de nuestras armas más potentes de dominación".

Por este camino va otra de las técnicas puras de dominación consistente en ordenar a nuestro sumiso que nos penetre justo antes de que alcancemos el orgasmo, aprovechando ese placer de la penetración para incrementar aun más nuestra excitación y provocarnos un mayor orgasmo. La sensación que nos aporta esta técnica es altamente satisfactoria por la carga de Dominación que lleva implícita, ya que el sumiso en este caso solo se limita a cumplir ordenes y a sentir en su propia carne como disfrutamos con su penetración.

"Centrarnos en nuestro propio placer, nos afirma como dominantes".

Por dura que parezca esta técnica, satisface a las dos partes, porque mediante la penetración de su pene, nosotras conseguimos aumentar con fuerza el orgasmo, es decir que utilizamos su pene para nuestra satisfacción y esos detalles se valoran mucho,....

"Sentirse útil para su Ama es una obsesión en todos ellos. Si además siente que es utilizado para nuestro placer, le ayudará a sentirse realizado".

Por lo tanto y volviendo al enunciado del principio, la imposición de la castidad nada tiene que ver con los deseos de un Ama caprichosa e irresponsable, si no más bien al contrario, la castidad no es más que la consecuencia lógica y el punto de llegada -con parada obligatoria- en todo proceso de Dominación.

Por lo tanto podría decirte que una vez que hayas llegado a este punto recreate en él durante un tiempo no determinado (diferente en cada pareja), debes tomarte el tiempo necesario para que esta actitud arraigue en ti y en tu sumiso, tranquila que con el tiempo, se convertirá en la base y punto de partida hacia una nueva evolución dentro de la D/s ya que las voluntades e identidades de los dos se van alimentando día a día con esta práctica.

"No se puede avanzar sin que antes tengas el dominio de la situación".

Sobre el cuándo y el cómo permitir la eyaculación:


Mi consejo personal es que los orgasmos del varón deben espaciarse lo más posible. Una eyaculación cada una o dos semanas parece más que suficiente para mantener limpias las tuberías del aparato genital masculino (con la edad puede incrementarse el período de abstinencia).

Para los profanos en la materia les recuerdo que la castidad no significa la ausencia de sexualidad, mas bien al contrario la castidad es capaz de conseguir el “estado permanente de excitación” y en este estado, la sexualidad del sumiso estará presente en cualquier momento del día. Los pensamientos eróticos brotan con mayor facilidad y en general el estado anímico mejora.

"El secreto del juego es provocar y provocar"

Debes jugar con tu sumiso provocandole un mayor grado en su excitación, a la vez que dispones de él cuando te place para satisfacer sus deseos de sumisión encendidos y provocados por esa situación, creando así un bucle sin fin que solo terminará con la decisión por tu parte de autorizarle la eyaculación.

De esta forma la eyaculación pasa a ser altamente apreciada por él, a la vez que sus orgasmos se intensifican por el simple hecho de ser enormemente deseados.

Su agradecimiento hacia nuestra decisión se hace evidente por el simple hecho de que es una practica corriente el que un sumiso de las gracias a su Ama por tal decisión, cabe notar aquí la diferencia entre un “gracias” protocolario impuesto por su Ama y las palabras sinceras pronunciadas por nuestro sumiso bien adiestrado.

Para mí son una de las frases que más me hacen sentir bien, su significado traspasa el simple agradecimiento por liberarle de esa carga. Significan su total dedicación a mí y la prueba de su amor.

Si la denegación del orgasmo en un acto claro de Dominación, también su autorización debe serlo.

Entonces, ¿cuándo y cómo eyaculará nuestro sumiso?.

El cuándo está claro: cuándo nosotras lo consideremos conveniente, bien porque creamos que conviene desatascar sus tuberías para la buena conservación de la próstata, bien porque, por cualquier razón, consideremos que es el momento.

En el cómo pueden producirse muchas variantes. Pero hay una consideración que compartimos buena parte de las dominantes: conviene que el varón sumiso eyacule de una forma que ponga de manifiesto su posición subordinada, además, y si es posible, que resulte divertida para nosotras.

Cuando la mujer no está interesada en la penetración, la eyaculación del sumiso se produce por vía de la masturbación, normalmente realizada por él mismo, aunque hay algunas de nosotras a las que les complace “ordeñar” a su sumiso personalmente, quizá porque les parece que es una buena manera de explicitar su dominio. De todas formas, hay una práctica casi generalizada entre las parejas cuya relación se basa en la dominación femenina:

"Nuestro sumiso debe tener absolutamente prohibida su masturbación sin nuestro permiso explícito".

Hasta aquí todo esta perfecto, pero el gran problema que se nos presenta a la hora de decidir si permitimos la eyaculación o no, se encuentra en que la eyaculación viene acompañada de una disminución evidente de su deseo sexual. Este inconveniente es la principal causa por la que la mayoria de nosotras retrasamos cada vez más el momento, algunas, llegan incluso a adiestrarle en la abstinencia total..... personalmente no lo comparto, pero en algunos casos es una realidad constatable.

Desde mis comienzos en este estilo de vida, siempre temí no equivocarme a la hora de tomar la decisión de la eyaculación, temores como el de la frecuencia me asaltaban constantemente, pues la diferencia entre un sumiso excitado y un sumiso en el “día después “ es altamente notoria.

"Por lo tanto el problema no está tanto en la frecuencia en la que nuestro sumiso disfruta de su eyaculación sino en cuanto al comportamiento del sumiso en el “dia despues”.

“el día después”

La necesidad de corregir el comportamiento de nuestro sumiso provocado por la eyaculación y su posterior falta de excitación es necesaria para nosotras.

Su eyaculación debe ir seguida de medidas que contribuyan a proporcionarle el estímulo adicional para recuperarlo. Debemos convertir por nuestra parte, su eyaculacion en un acto de Dominación.

Si es por masturbación, Partiremos de una premisa básica: el varón debe masturbarse siempre delante de nosotras y por indicación nuestra, no permitas jamas que lo haga solo o a escondidas.

"Acentúa tu dominación obligándole a hacerlo en una postura altamente sumisa".

Una buena opción puede ser que le ordenes masturbarse (después de que tu ya hayas quedado completamente satisfecha) en el suelo a cuatro patas o de rodillas.

Puede también ser más humillante que se tenga que masturbar delante de ti con plena luz y al ritmo que tu decidas, mandale parar y que se quede con las ganas.   Y desde luego mucho más humillante si a la presencia tuya se suma la de otra mujer.

Otra técnica consistiría en ordenar a tu sumiso que se masturbe en el momento en el que menos se lo espera, esta técnica tiene el efecto de hacer entender a tu sumiso que se le ordena masturbarse con el fin de que disponga de una eyaculación necesaria para su organismo, pero fuera de todo contexto sexual. Esta técnica es ideal cuando mantienes a tu sumiso enjaulado. Libérale de la jaula y cuando haya terminado vuelve a encerrarle, le harás entender claramente que tus motivos no han sido otros que los de mantenerle sano.

Se puede también incrementar su excitación, y hacerle eyacular mientras frota su pene en el exterior de tu vagina o en otra parte de tu cuerpo y luego obligarle a lamerlo hasta dejarlo bien limpio. Esta técnica es recomendable en fantasías donde el sumiso adopta el papel de animal de compañía. Un camino similar lo constituye el que acude al tradicional fetichismo de los hombres, haciendo lo mismo en tus botas o zapatos de tacón.

Otro aspecto interesante a tener en cuenta es la posibilidad de asociar la eyaculación al disciplinamiento de nuestro sumiso:

La disciplina que requiere tu sumiso será mejor recibida si este siente placer al recibirla (hablamos de disciplina no de castigos), por lo tanto y después de un periodo de abstinencia, el sumiso está totalmente receptivo hacia cualquier tipo de estimulación y ni que decir tiene que estará predispuesto a unir mentalmente el placer con las enseñanzas que puedas impartirle durante su masturbación. Una buena combinación es hacerle "llegar" mientras que le das ligeros azotes (inicialmente), pellizcos en los pezones, mordiscos etc. a la vez que le asignas ordenes o tareas a mejorar.

Otra opción consistiria en aprovechar para autorizar su eyaculación en esas sesiones donde decides dedicarle unos momentos a satisfacer sus fantasias.

Si tu sumiso es amante de la feminización, seria válida la opción con determinada vestimenta, y con un estilo no machista, es decir, prescindiendo de las formas habituales en los varones de abrazar su miembro con la mano. Deberia masturbarse por frotación de su pene, como si de una vagina se tratara.

Pero si volvemos al terreno de la humillación, una posibilidad es obligarle a masturbase mientras la mujer le proporciona (si esta práctica le complace) una lluvia dorada.

Y quizá una de las mejores formas de poner al sumiso en su lugar es obligarle a eyacular mientras su ama le sodomiza por detrás con el arnés-consolador.

Las posibilidades son múltiples, y estos pocos ejemplos solo deben servirte para estimular tu imaginación de dominante, a la hora de construir las prácticas que mejor se adecuen a la personalidad de tu sumiso y al objetivo que persigues.

Si lo único que buscas es que tu sometido expulse su semen por creerlo necesario por motivos de salud, acude a una práctica sustitutoria de la eyaculación mediante el masaje prostático, que a la vez será altamente placentera para el sumiso:

El método consiste en masajear o excitar la próstata: Introduciendo un dedo por el ano de tu sumiso, le masajearas la próstata y conseguirás que expulse el semen.

La sensación que experimente tu sumiso por el masaje y expulsión de sus semen le será placentera, pero sin embargo no le producira el bajón del orgasmo tradicional.... esta técnica le dejará sus energias intactas.

eyaculación por coito

llegue como llegue, nuestro sumiso perderá intensidad en su sumisión después de la eyaculación. Y esa pérdida se prolongará durante un tiempo, que naturalmente dependerá y mucho de la edad de nuestro sumiso y de su constitución.

"Resulta obligado contemplar un refuerzo extra tras el orgasmo"

Para que nuestro sumiso recupere y renueve con la mayor rapidez posible sus deseos incondicionales por servirnos, aquí tienes algunas ideas:

Ese bajón al que me refiero se palia en cierto grado si el sumiso ha eyaculado de forma totalmente controlada por nosotras, en el último momento y por decirlo de alguna forma, cuando ya habia perdido toda esperanza de que se le autorizara a eyacular. La humillación le recuerda su posición y su dependencia de la dominante y contribuye, por consiguiente, a mantenerle en su sitio.

"cuando tu sumiso eyacula por medio del coito, sin haberse producido ninguna circunstancia potente que le haya recordado que su papel en la vida es servirte, deberás imponerle un refuerzo a posteriori que haga patente su sumisión".

Se tratará, en suma, de intensificar tus comportamientos habituales destinados a mantener a tu sumiso en su posición, y dependerán, por lo tanto, del estilo de dominación que tu hayas impuesto... es decir:

Si acostumbras a disciplinarle físicamente, quizá deberías pensar en que una sesión de disciplina debería seguir siempre a su eyaculación.

Si tu dominación la explicitas e impones de forma más verbal que física, deberías potenciar en ese momento tu comportamiento dominante, recurriendo, a un incremento de la humillación verbal hasta el máximo nivel.

Si el dominio se concreta por medio de la prescripción de tareas o trabajos de cualquier tipo, este es el momento de ponerle rápidamente a trabajar. No hace falta pensar en grandes cosas, se trata de reforzar la dominación en sus términos habituales, para que el sumiso recupere la intensidad de su dedicación y, sobre todo, vuelva a centrarse lo más rápidamente posible en el servicio a su dueña.

"Su eyaculación no ha sido más que su "momento de gloria", -aunque fugaz-, rápidamente debe volver a estar a tu servicio".

El trabajo de la dominante.

Pese a lo dicho, algunas mujeres piensan que un auténtico sumiso debe estimularse a sí mismo para mantener la energía que le permite sostener con intensidad la dedicación a su ama; que ese es su trabajo, no el de ellas. Desde el punto de vista de la dominación, parece difícil cuestionar esta postura; pero la dominación femenina no es exclusivamente dominación, sino también relación. Y en una relación entre dos personas parece obligado contemplar las necesidades de las dos personas que la conforman. Cierto que eso debe hacerse desde la posición que provoca el intercambio de poder que caracteriza a la dominación, esto es, una relación claramente desigual por la preeminencia que se concede por ambas partes a las necesidades y deseos de la mujer. Pero no podemos olvidar que, por mucha que sea la dominación, un ama debe tener presente también las necesidades de su sumiso y colaborar a nutrirlas.

Claro que esta situación nos conduce a una pregunta que resulta bastante habitual: ¿debe asumir la dominante un trabajo arduo y continuo para recuperar la energía de su sumiso o, dicho de otra forma, para mantenerle excitado? ¿No estaríamos asistiendo así, en realidad, al dominio indirecto del sumiso sobre la mujer a la que tendría que servir? Obviamente, la contestación a estas preguntas va mucho más allá del espacio exclusivo de la práctica de la castidad a la que se dedica este artículo, pero parece obligado contestarla, siquiera mínimamente.

La buena práctica de la castidad requiere tanto del refuerzo de la sumisión tras la eyaculación del varón, como de una continuidad en mantener su excitación para que la abstinencia se convierta en un acicate para el buen servicio hacia quien le domina.

Así que el posible conflicto que a algunas les podrían crear preguntas como las anteriores, bien podría resolverse por la combinación de las características tanto de la dominación como de la relación: una dominante debe colaborar al mantenimiento de la relación y, por lo tanto, a las necesidades de su sumiso, pero sin olvidar que es el sumiso quien está dedicado a servirla a ella y no al revés. ¿Cómo hacerlo? Se trata de colaborar a mantener al sumiso excitado o a recuperar esa excitación tras la eyaculación con un esfuerzo y una dedicación que no pueden ser muy grandes. Es decir, se trata de recurrir a pequeños recordatorios o pequeñas intensificaciones de la dominación, que resulten cómodamente asumibles para el Ama y no le supongan mucho esfuerzo o, incluso, tiempo.

Esas pequeñas cosas pueden ser de muchos tipos, pero en realidad dependerán de las prácticas y del estilo que haya impuesto la dominante en la cotidianidad de la pareja. Pongamos algunos ejemplos para que se entienda:

El orgasmo del sumiso siempre será visto por este como un premio que le concede su ama. Por el contrario su denegación no deberá verse como un castigo sino como una prueba más en su educación, como el cumplimiento del deseo de su ama.

Después de un polvo, a la mujer podría apetecerle dormirse mientras le proporcionan un suave masaje en la espalda o tan sólo acaricias; ya ha puesto a trabajar a su sumiso para ella (y puede ser un buen rato si tarda en dormirse), y le está recordando para lo que está, cuál es su posición y centrando su atención en ella, sin necesidad de tener que dedicarse a trabajar para él.

Se pueden asumir otras soluciones sin que apenas obliguen a la dominante a “dedicarse” a su sumiso. Por ejemplo, apoyando su cabeza entre el vientre y la vulva de tal forma que alcance a poder besarla y dejarle en esa posición el tiempo que se considere necesario, mientras nosotras nos relajamos. Cada beso significará un “gracias” por haberle dejado eyacular.

En el caso de que sean habituales prácticas más físicas en la relación, puede bastar con colocarle unas pinzas en los pezones para recordarle lo que pretendemos recordarle y estimular su sumisión. De nuevo, los ejemplos simplemente sirven para evidenciar que las posibilidades son múltiples y que deben enmarcarse en el comportamiento habitual de cada pareja que practica la dominación femenina; además, no deben suponer una carga de trabajo para la dominante que contradijera la realidad de que es el sumiso quien tiene que trabajar para ella.

El placer y la sumisión del varón.


Ya hemos repetido una obviedad: en la dominación femenina la sexualidad debe concentrarse en el placer de la dominante. Pero, como sabemos, esto no significa que el hombre no obtenga el suyo, sino simplemente que lo obtiene como resultado colateral, aunque intenso, del placer que le proporciona a su ama. ¿Qué le ocurre al varón sumiso obligado a la abstinencia? Pues que se ve obligado a renunciar a un breve momento por el que todo hombre suspira, a cambio de mantener un más alto estadio de excitación de forma bastante permanente.

No hay más que preguntarles a los hombres obligados a practicar la castidad para comprobar que su placer se incrementa. Y esto es tan claro que son numerosos los ejemplos en los que muchos de ellos suspiran por esta forma de dominación, incluso aunque no la estén practicando, bien porque su dueña no lo haya considerado oportuno, bien porque no la tengan (puede comprobarse en las páginas que circulan por Internet sobre la castidad).

Como en muchos aspectos de la vida, una renuncia constituye la base sobre la que se asienta el éxito posterior; en este caso, la posposición del momento culminante del placer, que supone la eyaculación para los varones, revierte en la intensificación del tiempo durante el cual se disfruta del placer, entre otras cosas, porque también el hombre disfruta de las consecuencias positivas de evitar la relajación o el bajón que se produce tras su orgasmo.

Pero el placer del varón no queda ahí, porque en la dominación femenina su goce se alimenta también del servicio a su ama. El auténtico sumiso obtiene un innegable placer cuando sirve a su dueña, y ese placer se incrementa en función de su excitación, y esa excitación crece significativamente por medio de la práctica de la castidad. En consecuencia, la necesidad de elevar el nivel de excitación tras el orgasmo revierte en el mutuo beneficio de las dos partes de la relación, que no es otro que potenciar la dominación femenina y el intercambio de poder que conlleva.




Fuente: Autor desconocido. 

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